miércoles, 9 de noviembre de 2011

27.

-¡Hola!. ¿Estás?.
-Pues no se, no se...
-¿Cómo que no sabes?. Si me contestas, es que si que éstas, chico.
-Ya. ¿Y cómo sabes que soy yo?. A lo mejor está escribiéndote el pícaro y travieso de Víctor, que ya sabes como es de divertido.
-Es verdad, puede ser. ¿Qué tal estás, cielo?.
-Muy bien, corazón.
-Me alegro...
-Vengo de comprar en el Corte Inglés dos pañuelos -para mi mami y mi tía de regalos de Reyes-. ¿Oye Angela, se escribe 'echarpé'?. Es un detalle que seguramente ellas sí van a aprovechar, son de combinar mucho pañuelo con sus chaquetas y tal las dos.
-Jajaja, a mi me preguntas... Pues si, si que está bien escrito así.
-Eso mismo. Dos pañuelos muy coloridos y a la vez finos, pero que se nota son elegantes.
-Víctor, me gustaría oír tu voz. ¿Puedo hablar contigo por teléfono?. Me das tu número de móvil, sin compromiso, y te llamo. Si puede ser, que sino es ahora lo respeto. ¿Por cierto, has leído un correo que te he enviado hace unas horas?.
-A mi me gustaría enviarte un regalo, si puede ser. Eso si, necesitaría tu dirección. No para saber dónde estás, para nada quiero que pienses que la estoy buscando. Es porque me hace mucha ilusión a ti precisamente regalarte algo, mujer. Y no, no he mirado aún el correo hoy.
-Gracias por querer tener el detalle, Víctor.
-Por cierto Angela. Es el 6786.....
-Genial. ¿Te puedo llamar ahora?.
-¡Sí que puedes chica!. Llama, que también deseo oirte.

En ese momento se produjo un milagro. Conectamos por teléfono, y todo lo que de bueno habíamos ido acumulando a través de internet, de la Red, y de la red social Badoo en nuestro espacio privado de conversación, todo ello, se convirtió en la más fascinante de las experiencias hasta ese momento vividas por los dos.

-Venga, Víctor. Ha sido un verdadero placer hablar contigo. ¡Besos!.
-Lo mismo digo chica. Gracias por este momento...

La voz cautivadora de Angela, el tono adorable de sus palabras, su manera deslumbrante de sonreír, todo hacía que nuestro mundo fuese en ese instante realmente 'nuestro mundo'. Una conversación que con un discurrir formidable entre los dos, con palabras llenas de vida y a la vez un toque seductor, nos acercaban de manera veloz uno al otro.

En verdad que estaba conociendo a una mujer exuberante, magnífica, es más, sublime.

-¿Ves?. Es por cosas así, por lo que me convenzo cada vez más de que eres una mujer especial, diferente y única. Por eso precisamente, porque puedo decirte con el corazón y con el cuerpo, con el espíritu y la mente también, QUE TE AMO. Algo me hace sentir en mi interior que todo mi ser quiere decirte que te ama, Angela. Sinceramente te digo que he sentido una energía especial al hablar contigo. Para mi ha sido especialísimo. Y recuerda que yo creo en las señales de la Vida...

Y vaya señales. Eso eran miles de luces de colores iluminando todo el cielo.

-Jajajajaja... Tu escribiéndome y hablándome de amor, y yo jugando a los dados a ver quien se quitaba menos prendas y se libraba al final -ojito, todo muy sanamente y sin pasarnos, piensa bien, travieso-.
-Me dices, Víctor, cariño, que has sentido una energía especial al hablar conmigo. Lo mismo te puedo decir yo. Yo ya la sentí cuando me enviaste el video. Pero hoy al hablar contigo, ha sido extraordinario. Tienes una voz encantadora, llenita de magia, que me llega con una sensibilidad preciosa.
-Bueno, chico, me voy a dormir. Ya ves si has dejado huella en mi, que he venido de bailar, son las cinco de la mañana, y antes de dormir he preferido ver si habías escrito algo, y me encuentro con que me escribes que tenías esas ganas de decirme 'te amo'. Yo si que te amo, Víctor. Ah, y te envío mi dirección, claro que deseo que la tengas.

Y creo cada vez con más certeza, que hay que dar gracias cada día por todo lo pasado que hayamos vivido en la Vida, si ello nos ha llevado a un momento actual en que estamos mucho mejor. Y yo tengo muchos motivos por los cuales agradecer a esa vida que me haya hecho esperar treinta y nueve años para encontrar a la persona que ha entrado en mi vida con la fuerza de un huracán, y con la cual he elegido y deseo vivir el resto de días de mi vida.

Angela sentía -y siente- igual que yo. Nos hubiese gustado conocernos por lo menos quince años antes, es cierto. Pero ya nos daba igual. El habernos conocido y compartir así ya compensaba todo, de eso estábamos seguros.

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