martes, 30 de agosto de 2011

1. Badoo, año 2009

Todo comenzó a mediados de octubre. Como algunas otras noches, en que el sueño no conseguía vencer a las ganas de navegar por un rato en el vasto océano de internet, me decidí a atravesar la puerta de una de las redes sociales que, nunca mejor dicho, pueblan la Red.

Ya llevaba un tiempo en Badoo, sitio en el cual, como en tantas otras experiencias de contacto social, uno se crea un perfil, ya sea con un nombre real, imaginario, o simplemente un apodo por el cual desea ser conocido. Y a ese perfil se le van añadiendo partes que lo hacen más interesante y sugerente, o más divertido o picante, según sea el caso. Contando más o menos datos de uno mismo, y terminando por subir fotografías para que otros usuarios puedan conectar contigo.

Esa noche, aún siendo ya bien entrada la madrugada, mi desarrollada intuición me hacía mantenerme despierto, buscando algo sin buscar, mirando fotografías de usuarios sin un fin, dejando que una sucesión de imágenes de gente llenase mi retina. Algo dentro de mí me hacía sentir un hormigueo curioso. Mis piernas se movían en la silla como las de un adolescente en su primera cita. Ya había entrado en la página más veces, y sin embargo, al hacerlo, la sensación era diferente. Una energía positiva llenaba el ambiente de mi habitación, haciendo que un ángel sobrevolara mis pensamientos más íntimos -ahora se que existen los ángeles, y que a veces tienen forma de mujer y entran en la vida de uno-.

En ese momento me detuve. Una fotografía, como podía haber sido cualquier otra, pero que destilaba algo distinto, me hizo detenerme a mirarla más profundamente. Una chica aparecía de manera natural en un pasillo. Su vestido negro ceñido al cuerpo realzaba aún más su figura. Los zapatos negros ayudaban a contrastar con el dorado de su piel, y el rubio de sus cabellos. Su mirada me impedía apartar mis ojos de la pantalla. Algo en ella era misterioso y mágico a la vez. Pese a no conocerla, una sensación de plenitud invadió mi corazón, como si conociese a Angela desde hacía mucho tiempo, como si mi mente y mi corazón hubiesen despertado al recuerdo de lo ya conocido a nivel profundo del ser.

Habíamos conectado. Y decidí sumergirme de lleno en su perfil, y las horas se convirtieron en segundos mirando sus fotografías, regalándome la vista y el alma con su presencia. Olvidándome de todo cuanto había en mi vida, para concentrarme en ese instante único. Es verdad que cuando alguien pone todo su ser en algo, el Universo de alguna manera lo ayuda a conseguirlo. Y yo puse todo en recorrer el perfil personal de Angela.

Después del impacto inicial -que en mi caso había durado casi una hora-, me decidí a hacer lo más común en estos casos. Dejar comentarios en las fotografías.

Sin dudarlo un momento, y sintiendo como mi corazón tomaba el mando de mis manos sobre el teclado, las frases fueron brotando, en algunas de sus imágenes, para despertar emociones en Angela con palabras sinceras, nacidas de la contemplación de una mujer hermosa, transparente, que mostraba cuanto ella era al mundo, a un mundo que al parecer no había sabido ver más que una playa donde yo veía un inmenso océano virgen, el cual me llamaba poderosamente como a los marineros de antaño a descubrir, a surcar sus aguas y recorrerlo de punta a punta hasta desvelar sus misterios, y empaparme de su historia. Y así, creído yo que escribía de manera sencilla, dejé unas frases tan intensas que a Angela, que siempre ha tenido un don especial en su corazón para sentir la pureza de la Vida, le resonaron vibrando con fuerza.

No se imaginaba que un chico le había dejado palabras con sentimiento en sus imágenes, cuando entró por la noche en su espacio, en su rincón, en su salón de compartir momentos y conversaciones. Como de costumbre, se fijó en la parte de arriba de la pantalla, donde indicaba el número de personas que, o bien habían decidido contactar con ella, o bien le habían escrito algún mensaje o comentario en sus fotografías. Tranquilamente, abrió la pestaña de comentarios, y se sorprendió al ver que había comentado un buen número de imágenes la misma persona. Y su corazón despierto y espíritu joven, sintieron curiosidad, yendo inmediatamente a ver que le habían escrito...

Introducción

Las mejores historias, las grandes historias, no son aquellas que tienen un buen final. Son aquellas que nunca terminan, porque los protagonistas, viven una experiencia que les sobrepasa, la cual por ser más grande que ellos mismos, transforma sus vidas, y les hace recorrer mágicos y sorprendentes caminos que ni en sus más íntimos sueños pudieron imaginar.

Y eso es lo que ocurre precisamente en esta historia. La historia real de como dos personas como Angela y yo nos conocemos, y a partir de ese momento un nuevo y maravilloso mundo se abre entre nosotros dos para dar paso a la más maravillosa y auténtica historia de amor jamás contada...