jueves, 1 de diciembre de 2011

37. (17 enero 2010)

-¿Sabes que a mis amigas les ha encantado el 'ojo de tigre'?.
-Que bien, Angela.
-Me decían que por que la tocaba tanto y me la llevaba a la boca. Y yo les contestaba 'porque es mágica'.
-Ya imagino que les debió parecer raro, al no saber por que lo haces realmente y que sientes que te lleva a hacer eso.
-Eso solo lo sabemos tu y yo, Víctor.
-Efectivamente, amor.
-Pero luego cuando nos veamos por la tarde te diré lo que me pasó esta mañana.
-¡Quieta!. No desveles nada, jajaja. Que quiero que me lo cuentes cuando estemos juntos.
-No te lo voy a decir ahora. Pero fue en un momento que la toqué. Así mantengo tu curiosidad.
-Eres un encanto de mujer. Cuanto más te lo digo, más siento que es así.
-Niño, pues aguántate que ya son solo unas horas que quedan.
-Eres un encanto de mujer. Cuanto más te lo digo, más siento que es así. Y si, ¡ya nos veremos al fin! ¡Que ganas!.
-Mmm. ¿Te digo una cosa?.
-Si, dímela.
-No estoy nada nerviosa. Es que la sensación es como si tu y yo ya nos conociéramos y nos fuésemos a ver una vez más. Y es curioso. Porque yo siempre que voy a conocer a alguien por primera vez y tengo ganas, estoy dos días antes como un flan. Y contigo no me ocurre.
-Pues otra vez nos vemos, y voy yo, por ejemplo a San Javier, que podemos ir al cine, y te pilla cerca, y si luego nos apetece damos un paseo por la playa. Yo antes me iba algunos domingos temprano a la playa, a pasear yo solo, el mar y la orilla mirando el horizonte, en meses que no hay gente apenas.
-¿Sabes? Yo muchas veces en la playa he hecho corazones, poniendo en cada uno una cosa y un nombre. Una vez he llegado a hacer noventa y siete sin que se llevara ninguno el agua.
-Uf, Angela. ¿Noventa y siete?. Claro, pegados al muro donde están las duchas...
-Que va. Casi pegando al agua. Solo un día conseguí tantos. Vale que el mar estaba muy calmado. Un día, si paseamos juntos, intentaré llegar a los cien.
-Si un día paseamos juntos, ten por cuenta que llegas seguro, jajaja. Que somos dos a hacer corazones, chica.
-Yo una vez estando solo en la playa hice un corazón, y me salió pero que muy bien. Digo que me salió, solo uno, porque debía ser lo menos de quince por veinte metros, era gigantesco.
-Claro Víctor. Es genial. Hay momentos en que deseo hacerlos, y cuando los hago, me siento muy bien, hasta me río de mi misma, y me digo, que en el fondo sigo siendo una niña. Y me siento de maravilla.

La verdad es que para ser el día en que nos íbamos a conocer en persona, los dos nos encontrábamos relajados. Si, aunque pudiese parecer extraño. Es normal quedar para conocer a alguien, y por ello no sucede nada. Pero cuando se van a ver dos personas que sienten algo muy especial una por la otra, y que esperan con emoción un encuentro que desean mucho tener, los nervios del momento, el interés, la pasión con que se espera, todo hace que andes revuelto de ganas, mucho más que en un encuentro normal.

En nuestro caso, los dos sentíamos que era algo que nos llegaba en el momento perfecto. Nos conectábamos y comunicábamos de tal manera, que cualquiera diría que llevábamos ya años compartiendo, como si nos hubiésemos conocido mucho antes. Eso era lo que nos alegraba, emocionaba y extrañaba a la vez. El sentir que ya nos conocíamos, quizá a nivel del corazón y de nuestra propia esencia. Era como redescubrirnos.

Las frías noches de enero se tornaban cálidas, se habían vuelto acogedoras para los dos. Ya no estábamos solos en un océano de personas. Estábamos íntimamente conectados.

Como un álbum de imágenes, Angela y yo dábamos forma a un conjunto de experiencias tan aútenticas, tan especiales, tan llenas de contenido. Experiencias todas ellas surgidas al calor de una pantalla, en el susurrante sonido de teclas acariciadas por los dedos de la mano, mientras el corazón indica con palabras certeras los sentimientos que se deslizaban ante nuestros ojos al mirar lo escrito por la otra persona.

Una sinfonía de vivencias que eran nuestro mundo, nuestro espacio sagrado, nuestro templo. Melodías que conformaban el concierto de dos vidas que se unen para dar vida a una más grande, que siguen siendo dos, inseparables como los pilares de la tierra, unidos por lazos más fuertes que los de la propia vida. Juntos en el Amor Verdadero. Sin límites ni fronteras. Horizontes nuevos para descubrir hasta que punto dos personas que se aman lo dan todo por vivir el sueño de estar juntos.

Y cuando los barcos partan, perdiéndose en el horizonte del tiempo, camino de un nuevo amanecer, dos estrellas nuevas brillarán en el cielo con más intensidad que ninguna hasta hoy, juntas caminando por el firmamento para siempre. Aunque para eso aún faltan muchos años...

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