jueves, 22 de septiembre de 2011

4.

-¿Sabes? Creo que yo jamás volveré a enamorarme.

Angela dijo esta frase, tan rotunda, tan cargada de fuerza. En medio de la tormenta, cuando tu velero va sin control agitado por las olas, y únicamente te esfuerzas en sujetar el timón y evitar que vuelque, nada hay que pueda uno hacer salvo abrazar al mar, confiar en él, y esperar. Pues siempre, tras la más feroz de las galernas, después del huracán más sorprendente, en medio del torrente de lluvia más intenso, ante la más rugiente tormenta de arena, siempre, después, viene la calma. Siempre acaba amaneciendo y saliendo otra vez el sol.

Hablábamos de como en la red, por mucho que uno crea que puede controlarlo, al final la prudencia es la mejor amiga en las redes sociales. Uno se sincera, se abre -aún sin contarlo todo- a compartir con otros, y muchas veces se despiertan sentimientos de amistad, de amor y de cariño que creemos correspondidos en la otra persona, que no es así, pues al cabo del tiempo, bien descubres una verdad que no es la que estabas compartiendo, bien la otra persona te dice para no ir más allá esa misma verdad, revelando que lo que se ha estado compartiendo era mentira.

Y eso al final te vuelve una persona más dura, te cierra y hace desconfiar de las intenciones de la gente en páginas de socializar y compartir.

Tras decirle que se pusiese las pilas, que sintiese la Vida, y fluyese con ella disfrutando de los momentos que esta tuviese a bien regalarle, fui despidiéndome:

-Guapísima, voy a salir un ratito, que con la tarde que hace tan buena, aprovecho, me pongo la ropa de deporte, y a salir por la orilla del río. Que hay que cuidar el cuerpo tanto como la cabecita, mmm...
-Ok, Víctor. Venga, ya seguimos hablando. Besoteeeeeeeeeeeeee. Muaaaaaaaaaak.

Ya después del fin de semana, volví a escribirle, eso si, todavía sin conseguir muy bien coordinar el tema de los horarios. Tras decirle que la veía preciosa en las fotos -una certeza que sentía en mi corazón-, le insinué que tendríamos que quedar, para así coincidir seguro. Por supuesto, ella me contestó... ocho horas después, cuando se conectó.

Después de dos semanas sin conectar, volvimos a saludarnos.

-Un saludo, Angela, guapísima.
-¡Hola! ¿Cómo estás? -preguntó ella-
-Vamos bien... -respondí-. He estado en estas dos semanas entrando muy poco, casi nada diría yo.
-Eso tengo que hacer yo. Pero no me deja borrarme, me dice que no reconoce mi contraseña para darme de baja de aquí.
-¿Y eso? No te me pierdas mucho, chica, salvo que te surjan planes mucho mejores, claro está. Aunque conociendo como va esto de Badoo a veces, no me extraña que te de ese problema.
-No lo dejo ya mismo, Víctor, porque estoy imprimiendo unas conversaciones que me interesan. -me dijo-.
-Ah, entiendo, que quieres conservar conversaciones de según que gente...
-No, solo las de este chico.
-Ya, comprendo.
-En cuanto la tenga toda, ya no entro más por aquí.

En ese momento pensé que yo tenía que ser un tipo afortunado. Pues había conectado con una chica que merecía mucho la pena, y aunque se saliese de este sitio, ya habíamos coincidido. Así que me apresuré a dejarle mi contacto:

-Pues ya que he tenido la gran suerte de conectar contigo, Angela, antes de tu partida... Te dejo mi correo, y, sin compromiso, y si te apetece, mantenemos el contacto. A mi me gustaría, pero ya te digo, si quieres y te apetece...

Siempre he considerado que independientemente de lo que uno desee compartir con otra persona, y de que se lance más o menos a ello, o del modo en que actúe, y qué espere y quiera conseguir, siempre el respeto hacia la otra persona es lo principal. Ante todo la sinceridad, pues pase después lo que pase, siempre le queda a uno el saber que ha actuado de manera correcta.

Ella agradeció el ofrecimiento. No daba su correo electrónico a casi nadie desde hacía cuatro meses, comentó Angela.

-Pero a ti si te agregaré -dijo para mi alegría-.

Desde luego, que razón hay en que un corazón noble, cuando toca a la puerta de un alma sincera y llena de luz, es escuchado, y una puerta se abre, y la belleza del corazón entra por la puerta, y la luz del interior brilla e ilumina ese mismo corazón. Porque todo lo que iba sucediendo nos llevaba a desear compartir más, a escribir durante más tiempo, a comentar todo lo que se nos ocurriese, con tal de estar juntos. Unidos en la distancia por los escasos centímetros que separaban nuestros rostros de la pantalla de nuestros ordenadores.

-¿Sabes? No se porque se borraron aquellos comentarios tan chulos y bonitos, los primeros que pusiste en mis fotografías...
-Si quieres, Angela, te pongo más comentarios bonitos en las fotos antes de que borres el perfil.
-¿Lo harías? -preguntó-. Me encantaría que lo hicieses.
-Si, claro que lo haré.

Como no hacerlo, si cada vez que entraba a ver sus fotografías, veía a una mujer preciosa, llena de pasión por la vida. Veía y sentía como me atraía la energía de Angela, en un mar de sensaciones, tan cercanas y a la vez tan claras, que dentro de mí tuve la sensación de que siempre había conocido a esta mujer, desde el mismo día en que nací. Y que la Vida, por esos azares y milagros que realiza, me había conectado a ella, aún sin yo saberlo, para acabar encontrándola en mi camino.

Y ahora mi camino se juntaba al de ella, cada vez más, trenzándose un lazo cada vez más profundo entre Angela y yo...

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