lunes, 12 de septiembre de 2011

2.

Sábado después de comer. Relajado ante la pantalla de mi ordenador, saboreando un intenso café de Kenia, y escuchando de fondo música instrumental, me decidí a entrar de nuevo en Badoo. Con la intensidad que me había atraído el perfil de Angela, no podía menos que ver si alguno de mis comentarios en sus fotos le había gustado. Yo, desde luego, había escrito con la pluma del corazón, los dedos del alma, y la inspiración que ver aquellas imágenes me proporcionaba.

Y ahí estaba ella. Angela en estado puro. Conectada. Yo, con un primer "hola, buenas tardes". Ella, haciendo brillar una sonrisa en mi cara, con un "muchas gracias por tus comentarios en mis fotos, es verdaderamente un halago para mi".

Entre medias se le escurría y deslizaba una frase sin sentido ninguno, que inmediatamente cobraba lugar -para ella, claro está- pues Angela se apresuraba a comentar que no, que esa frase se la escribía a otra chica con la cual estaba hablando cuando yo conecté.

Tras decirme que mis fotos también eran preciosas, ya nos despedimos hasta luego -que sería hasta más tarde pues las ganas de volver a encontrarnos ya estaban ahí-, con un beso enorme lanzado desde su espacio al mío. Un beso así, tan sincero y natural, le sienta bien a cualquiera. A mi desde luego me hizo volver a sonreír. Dos veces en un pequeño espacio de tiempo. Eso era una buena señal, me dije. Si, una estupenda señal.

Como los comentarios que escribí con tanto corazón en sus fotos, llegaron a borrarse, es un misterio, que aún hoy después de veinte meses juntos, sigue sin tener explicación. Ella comentó que como le había borrado las frases más bonitas que le habían escrito hasta el momento, y yo, me apresuré a contestarle que no, que le juraba que no había sido yo el que había borrado las frases. Eso si, como buen anfitrión, le prometí volver a llenar sus fotos de frases intensas llenas de sentimientos. Cosa que me apresuré a hacer.

Ya el domingo volvimos a conectar. Bueno, si se le puede llamar conectar. Los dos habíamos dormido algo -por no decir casi nada-, con lo cual escribíamos más por intuición que por poder ver las teclas correctamente. Aún así, había conexión entre los dos, por lo cual decidimos continuar la conversación.

-¿Así qué te has acostado a las 8 de la mañana? ¡Chica! Bueno... pues me ganaste, yo a las 6. ¿Y qué hacías todavía a esas horas levantada? -pregunté aún sabiendo la respuesta, que era bastante normal-.
-Pues de bailoteo, sin parar -respondió ella.

Tras desperezarnos, ya pasamos a cuestiones más formales, que en las primeras frases no habíamos preguntado. Tras decirle que era de Madrid pero vivía en Murcia, y ella contestar que lo mismo pero en Torrevieja, me alegré al igual que ella, que comentó que genial pues estábamos relativamente cerca.

Yo ya sentía en Angela, a una mujer decidida. Una mujer que presentía positiva y alegre, no ya por sus fotos que mostraban su alegría, sino por el entusiasmo con que me saludaba, o al cerrar una conversación. Ella, algo en lo que estoy de acuerdo, decía que para que ser negativa, si al final lo que eres o vives es lo que transmites y das a los demás.

En ese momento sonó su teléfono. Era una de las amigas del día anterior, para ver que iba a hacer. En ese momento, sintiéndose todavía bajo los efectos de ocho horas de fiesta y baile, no sabía que iba a hacer. Yo le comenté que tenía mucha vida dentro, y ella respondió afirmativamente, diciendo que tenía la edad que tenía, pero que se sentía como una chica con veinte años menos.

-Yo me he picado conmigo mismo que hasta los ochenta años, aguanto con buena salud y una energía inagotable, Angela.
-Mmm. te gano. Un amigo médico me ha dicho "niña, tu con tu forma de ser, vivirás ciento veinte años con la misma vitalidad".

Me gustó su forma de verlo. Tras lo cual, me dijo que no me robaba más tiempo, pues le había comentado que tenía que ir desconectando. Para ser una de las primeras conversaciones, ya quedamos en que la debía invitarla a bailar. Genial, buenas vibraciones y buenas sensaciones que no dejaban de llegarme de esta mujer. Como ya era costumbre, nos despedimos, ella con un enorme "besoteeeeeeeeeeeeee", y yo con un sonoro "smuack", todo lleno de magia, o al menos eso sentíamos los dos. Una magia que no consiste en trucos, sino en momentos inesperados que te hacen sentir especial...

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